La amenaza de Turquía de atacar las posiciones del Ejército sirio, que goza del apoyo de Rusia, en Idlib, podría desencadenar una apocalíptica III Guerra Mundial.
Esta semana, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, aseveró que podría producirse una inminente incursión de sus fuerzas sobre la provincia de Idlib (noroeste de Siria) para frenar al Ejército sirio en caso de que este continúe sus operaciones contra los grupos armados, que gozan del apoyo de Ankara. Esto hace pensar que estamos en la antesala de una confrontación a gran escala entre las tropas turcas y rusas desplegadas en esta región del país árabe.
No es nada difícil de imaginar este escenario, si tenemos en cuenta las últimas declaraciones del portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, quien advirtió el miércoles que Rusia actuará según los objetivos que persigan las tropas turcas y “si se trata de una operación contra las autoridades y las fuerzas armadas legítimas de Siria, definitivamente, será el peor escenario”.
Para entender mejor las causas que han contribuido a que hoy no solo sigamos viendo que continúa el conflicto en Siria, que estalló en 2011, sino que probablemente estemos frente a lo que podría ser la mecha que encienda la pólvora de una confrontación a niveles impredecibles, incluso que podría tratase de la temida y letal Tercera Guerra Mundial, hay que retroceder a septiembre de 2018, cuando se firmó el acuerdo de Sochi, en Rusia.
En ese entonces, los presidentes de Rusia y Turquía, Vladímir Putin y Erdogan, respectivamente, acordaron crear en Idlib una zona desmilitarizada de 20 kilómetros a lo largo de la línea de contacto entre la oposición armada —apoyada por Ankara— y las tropas sirias y que sería controlada por las fuerzas turcas y la policía militar rusa.
Empero, con el paso de tiempo, los citados grupos opositores armados no solo fortalecieron sus posiciones en esta zona, en contra de lo suscrito en Sochi, sino que llevaron a cabo ataques contra las fuerzas sirias y rusas. Además, otras fracciones, en este caso, de naturaleza terrorista, como es el grupo Hayat Tahrir Al-Sham (HTS), liderado por el Frente Al-Nusra (autoproclamado Frente Fath Al-Sham), aprovecharon la coyuntura y empezaron a lanzar ataques indiscriminados contra la zona desmilitarizada.
Ante ello, el Gobierno sirio, presidido por Bashar al-Asad, ha estado llamando a los infractores del acuerdo de Sochi a que abandonen sus actividades ilegales y destructivas, pero bajo la advetencia de una dura respuesta de las fuerzas sirias, si no es escuchado.
Así pues, Damasco viendo que sus continuas advertencias a los grupos armados y terroristas caían en saco roto decidió iniciar una operación militar contra todos estos elementos nocivos para la seguridad de la provincia de Idlib. De hecho, el Ejército sirio desde pasado diciembre ha intensificado su campaña en esta zona.
Entretanto, Ankara que no ha podido asimilar la derrota de sus soldados y aliados armados frente al Ejército sirio ha emitido hace unos días un ultimátum con la amenaza de atacar los objetivos de las fuerzas gubernamentales sirias si estas no ponen fin a su ofensiva antiterrorista en la provincia de Idlib antes de que se finalice este mes de febrero.
En su advertencia, Erdogan ha dejado claro que si las fuerzas sirias no se retiran de la zona desmilitarizada de Idlib en el plazo fijado, enviará más de 80 tanques, 150 vehículos blindados y 10 mil efectivos turcos a la zona para obligar a los sirios a retroceder.
Rusia, por su parte, en voz de su canciller, Serguéi Lavrov, señala a la parte turca de ser la causante de la ofensiva antiterrorista de Siria, ya que, según él, los turcos no han querido identificar ni separar a los extremistas de los grupos opositores no armados que operan en Idlib, tal y como se acordó en el citado pacto.
Para Moscú, esta situación ha dado pie a que los terroristas lancen ataques contra otras localidades cercanas, dejando víctimas mortales, a sabiendas que podían camuflarse entre los miembros de otros grupos no armados con presencia en Idlib y salir indemnes de sus actos criminales y esto, según el Kremlin, da motivo a que las fuerzas sirias realizen sus ofensivas sobre las posiciones terroristas en Idlib.
Teniendo en cuenta que, por un lado, los rusos expresan su enojo ante las “graves violaciones de los acuerdos” de Sochi por la continuidad de las ofensivas armadas de militantes y grupos terroristas contra las fuerzas armadas sirias y las instalaciones militares rusas en Idlib, y, por el otro, los turcos van por allí soltando que piensan atacar las posiciones sirias, no es de extrañar que, de hacerse realidad una agresión turca, a las partes implicadas se les podría escapar de las manos la situación y, como una bomba de relojería, explotar y saltar por el aire todos los avances significativos que hasta ahora se han logrado en el camino hacia una solución que ponga fin al conflicto sirio, que ya lleva 9 años.
De hecho, la nación siria viene sufriendo el flagelo del terrorismo impuesto por grupos radicales, como el EIIL (Daesh, en árabe) o el ya mencionado Frente Al-Nusra, filial siria de Al-Qaeda, entre muchos otros, que cuentan con el patrocinio de los países occidentales, liderados por Estados Unidos, y sus socios regionales.
Volviendo al caso que nos ocupa, la posibilidad de que se produzca un enfrentamiento directo entre las fuerzas de Ankara y Moscú, es muy probable que otros actores regionales y extrarregionales se vean involucrados en este estallido apocalíptico, ya que, algunos de estos países son potencias nucleares.
Si tenemos en cuenta que Turquía es país miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), encabezada por EEUU, podría darse la posibilidad de que esta Alianza occidental decidiera intervenir en la contienda so pretexto de querer ofrecer asistencia a su socio turco y garantizar la seguridad de sus efectivos en la región noroccidental de Siria.
A su vez, las Fuerzas de Rusia no solo estarían contando con el respaldo más que obvio del Ejército sirio, sino que también estarían recibiendo apoyo de China e Irán. Pekín podría prestar su ayuda a Moscú por compartir su visión global de contrarrestar los juegos hegemónicos e imperiales de los países occidentales y, en el caso de Teherán, por su apoyo incondicional ofrecido a Damasco en su lucha contra el terrorismo desde el principio de la crisis, tampoco dejaría a los sirios solos en este nuevo trance bélico.
Por tanto, si nada lo remedia o algo hace recapacitar a Erdogan de que cancele su temible ultimátum, el mundo estaría al borde de una III Guerra Mundial que, sin duda, sería apocalíptica por el uso incontrolado de las armas nucleares.
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