Ucrania es un pivote geopolítico porque su propia existencia como país independiente ayuda a transformar a Rusia. Sin Ucrania, Rusia deja de ser una potencia de Eurasia. Zbigniew Brzezinski, asesor de Seguridad Nacional de EEUU
Washington y sus aliados tenían preparado el plan para utilizar a Ucrania nazificada y bien armada por Occidente para desatar una guerra contra Rusia y hacer fracasar su proyecto de un nuevo sistema mundial multipolar que ponía fin a la hegemonía de Norteamérica.
Cuando Moscú logró descubrir a tiempo los intentos de Occidente se vio obligado a lanzar el pasado 24 de febrero una operación especial militar preventiva en Ucrania con el propósito de desmilitarizar y desnazificar a este país que se había convertido en un peligro para su seguridad nacional.
Ya desde el inicio del Maidán en Ucrania, que se había concebido en Washington en 2008 y que costó a Norteamérica unos 5.000 millones de dólares, Rusia empezó a tomar medidas para prepararse al futuro enfrentamiento con Kiev que en los últimos ocho años abrazó el neofascismo en forma particular de ucronazismo bajo la tutela de Washington.
En 2019, el uno de los más influyentes de los más de 1.500 think tanks estadounidenses, la Rand Corporation, que está al servicio del Pentágono, confirmó los intentos de EEUU para doblegar a Rusia en su informe del 5 de septiembre de 2019 Plan of Overexpanding and Unbalancing Russia (Plan para distender y desequilibrar a Rusia).
En este documento los estrategas de la corporación señalaban a Ucrania como el punto externo más vulnerable de Rusia y aconsejaban al Gobierno de EEUU armar y preparar a Ucrania para una confrontación militar con Moscú. El plan definía el sector energético ruso como el otro flanco vulnerable porque la economía del país dependía en un 45% de la exportación de gas y petróleo. Entonces lo que tenía que hacer Washington era obligar a los europeos a disminuir su importación del gas (45%) y del petróleo (35%) de este país y al mismo tiempo "recurrir a drásticas sanciones comerciales y financieras contra Moscú para socavar al país".
El proyecto incluía también la creación de estímulos financieros para organizar protestas internas en Rusia, promover la emigración de jóvenes talentos y "socavar el país en el exterior". Se aconsejaba también hacer un despliegue de armas nucleares en todos los países miembros de la OTAN que tienen frontera con Rusia. En conclusión, los autores de este documento advertían que "las opiniones previstas en este plan en realidad son solo variantes de la misma estrategia de guerra, cuyo precio en términos de sacrificios y de riesgos pagamos todos".
No cabe ninguna duda de que el proyectado conflicto militar que iba a iniciar Ucrania en Donbás y Crimea estaba concebido no tanto en intereses de Kiev sino de Washington, que necesita aplastar a Rusia para abrirse camino a China y así dominar el mundo de una vez por todas.
Moscú ya estaba al tanto de estos planes de Washington con muchos años de anticipación y tomó sus propias medidas. Además de rearmar y profesionalizar sus fuerzas armadas, hizo reorientar su sector energético de occidente al oriente. En 2014, se firmó un contrato por 400.000 millones de euros con China para suministrar anualmente 38.000 millones de metros cúbicos de gas anualmente a partir de 2018 (China consume anualmente unos 180.000 millones de metros cúbicos). Para 2023-2025 entrará en funcionamiento el gasoducto Poder de Siberia, diseñado para aportar al gigante asiático otros 50.000 millones de metros cúbicos.
El 4 de febrero de 2022, en una declaración histórica de 5.300 palabras, Xi Jinping y Vladímir Putin acordaron formar un nuevo sistema de "gobernanza global" que uniría a Europa y Asia a través de una "conectividad de estructuras, alta velocidad ferroviaria y distribución colaborativa de recursos energéticos". En este documento los dos líderes anunciaron que el mundo está pasando por cambios trascendentales creando una redistribución del poder. También planearon fusionar la Unión Económica Euroasiática con la Franja de la Ruta de un billón de dólares.
A la vez, funciona desde 2014 en Rusia el Servicio de Transferencia de Mensajes Financieros (SPFS), el análogo ruso de SWIFT, que facilita operaciones bancarias en el país y entre Rusia y China.
En 2016, Rusia salvó al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y le advirtió de un intento de golpe militar. Este hecho facilitó la puesta en marcha en 2020 del Turkish Stream, el gasoducto que une a Rusia con Turquía y que tiene una capacidad de 63.000 millones de metros cúbicos de gas al año, que es más de lo que Rusia bombea a Occidente a través del gasoducto de Ucrania.
Los cargamentos de petróleo ya comprometidos de Rusia que no encuentran compradores en Europa están siendo adquiridos por la India. Las transacciones de petróleo en rupias, renminbis chinos, rublos rusos y riyales saudíes representan un golpe al petrodólar norteamericano.
Entonces, desde el punto de vista financiero, una posible pérdida para el sector energético ruso del mercado europeo debido a las sanciones que los europeos han aceptado sumisamente no produciría un colapso económico en Rusia, como lo estaba esperando Washington. Más bien, Norteamérica hasta ahora no puede encontrar reemplazo a los 178.550 barriles diarios del oro negro que importaba de Rusia. A la vez, Alemania podría sustituir el gas ruso por el gas norteamericano licuado (GLP) no antes de 2025, cuando terminaría la construcción proyectada de dos terminales para GLP.
Todo esto indica que la operación especial que inició Rusia en Ucrania bajo la consigna de destrucción constructiva fue bien concebida y representaba la única alternativa para Moscú de frustrar los planes antirrusos de Occidente utilizando Kiev.
Para muchos observadores el avance militar ruso es bastante lento, pero hay que tomar en cuenta los esfuerzos de los militares rusos que, a diferencia de EEUU quienes destruyen todo a su paso cuando bombardean, los rusos quieren evitar las víctimas civiles, respetar a los militares que se rinden durante la operación además de no causar daños innecesarios en las ciudades y sus blancos son exclusivamente militares y lo vemos pese a que los medios occidentales lo ocultan. Ocultan cómo las Fuerzas Armadas rusas evitan involucrarse en batallas callejeras y la ayuda que brindan a los habitantes de poblaciones liberadas del nazismo.
Ya prácticamente no existe nada que detenga a Rusia en este proceso de desnazificación y desmilitarización de Ucrania, ni las amenazas de Joe Biden y de su OTAN, ni las más de 500 sanciones impuestas por Washington y Bruselas, ni la bomba atómica sucia anunciada por el presidente rusófobo ucraniano Volodímir Zelenski, ni las armas biológicas desarrolladas en 30 laboratorios norteamericanos en Ucrania.
En realidad, esta operación iniciada por el Kremlin no está dirigida exclusivamente contra Ucrania, este país fue elegido simplemente por los estrategas norteamericanos como un punto inicial para la descomposición de Rusia, sino contra el orden mundial globalizado impuesto por Estados Unidos.
Ucrania, que siempre ha sido considerada por los estrategas occidentales como la puerta de entrada a Rusia, se convirtió en una pieza de ajedrez geopolítico de Washington que durante unos 20 años estaba transformando su nacionalismo, que tiene un largo historial, en ucronazismo basado en postulados de un colaborador nazi durante la Segunda Guerra Mundial llamado Stepán Bandera, represor sin piedad de judíos, rusos, polacos y de los mismos ucranianos que se oponían al nazismo, y en el neonazismo europeo que en los últimos años ha empezado a levantar cabeza.
Después del Maidán en 2014, tomó fuerza la glorificación del nazismo inducido por Washington y apoyado por las élites nacionales. Se crearon batallones neo nazis como Azov, Donbás, Batkivshcina, la Unidad Tornado y se adoptó en estas formaciones el saludo nazi. Sus miembros en su mayoría son antisemitas (siendo judío el presidente de Ucrania), homofóbicos, misóginos, supremacistas blancos y sobre todo, antirrusos. Según la periodista Lora Logan, todos estos batallones fueron creados, armados y entrenados por la CIA y financiados por EEUU y los países de la OTAN.
Son estos batallones los que ofrecen mayor resistencia a las tropas rusas, especialmente en las grandes ciudades donde están concentrados mayormente, utilizando la táctica de los yihadistas del Estado Islámico usando la población civil como escudos humanos, formando sus cuarteles en escuelas y jardines infantiles y ubicando su armamento entre los edificios lo que obstaculiza el avance de las tropas rusas y las de Lugansk y Donetsk. No obstante, todo es cuestión de tiempo y no hay duda de que se cumplirán las metas rusas respecto a la desmlitarización de Ucrania.
La siguiente tarea de desnazificación va a ser más complicada porque el radicalismo ucraniano se ha arraigado profundamente durante los últimos ocho años en la sociedad debido a su influencia en el proceso de educación y al día tras día desinformación y zombificación de un gran sector de la población privándoles de la verdad por la campaña bien orquestada de los medios de comunicación, igual como ahora está sucediendo en Estados Unidos y en la Unión Europea. El uso del neonazismo y rusofobia por Norteamérica y sus seguidores de la OTAN para lograr sus fines estratégicos constituye un peligro latente para la humanidad.
Ya es hora que el mundo recobre el sentido común y abra sus ojos para darse cuenta de los planes de este 1% de los más ricos y poderosos que están dispuestos inclusive a usar el neonazismo para seguir dominando el planeta. Y referente a Rusia, Biden y sus marionetas de la OTAN deben en vez de amenazar a Rusia seguir el consejo de Otto von Bismarck, que aseguró que "el secreto de la política consiste en la amistad con Rusia".
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